La humedad en las viviendas representa una amenaza silenciosa que deteriora materiales, favorece la aparición de moho y compromete la calidad del aire interior. Su presencia puede tener múltiples causas: filtraciones, condensación o capilaridad. Detectarla a tiempo y aplicar soluciones adecuadas es clave para evitar daños estructurales y problemas de salud. En muchos casos, recurrir a una empresa de humedades especializada agiliza la intervención y asegura resultados duraderos con criterios técnicos adecuados.
Detección del origen: primer paso ineludible
No existe un tratamiento universal para todos los tipos de humedad. Por ello, antes de intervenir, es imprescindible localizar el foco exacto del problema. Las humedades por capilaridad ascienden desde el terreno; las condensaciones aparecen en espacios con mala ventilación y diferencias térmicas; y las filtraciones derivan de defectos en fachadas, cubiertas o instalaciones mal selladas.
El uso de higrómetros, cámaras térmicas y pruebas específicas nos permite realizar diagnósticos precisos. Solo así se evita aplicar soluciones erróneas que agraven el problema o lo enmascaren temporalmente.
Fachadas, cubiertas y cerramientos: barreras esenciales
Las superficies exteriores actúan como la primera línea de defensa frente a agentes climáticos. Una fisura en la fachada, una teja desplazada o un canalón obstruido pueden permitir el paso del agua al interior. Revisar y reforzar estas zonas críticas con sellados impermeables, morteros técnicos o láminas transpirables resulta esencial para evitar filtraciones y acumulaciones internas.
En construcciones antiguas, la sustitución de ventanas por modelos con doble acristalamiento y rotura de puente térmico mejora notablemente la protección ante la humedad ambiental.
Ventilación adecuada para prevenir condensaciones
Las condensaciones surgen cuando el aire húmedo entra en contacto con superficies frías, generando gotas de agua que se acumulan en paredes, cristales o muebles. Para evitarlas, es imprescindible garantizar una buena ventilación cruzada o mecánica. La instalación de sistemas VMC (Ventilación Mecánica Controlada) permite renovar el aire interior y mantener niveles de humedad adecuados.
En viviendas donde no es posible instalar estos sistemas, el uso puntual de deshumidificadores puede ser una alternativa válida, aunque menos eficiente a largo plazo.
Tratamientos específicos para muros y cimientos
En los casos de humedad ascendente, se requieren tratamientos más complejos. Uno de los más eficaces consiste en la inyección de barreras químicas hidrófugas en la base de los muros, impidiendo que el agua del subsuelo ascienda por capilaridad. También pueden aplicarse enfoscados técnicos con aditivos impermeables o drenajes perimetrales para desviar el agua lejos del inmueble.
Estas intervenciones deben ser ejecutadas por profesionales, ya que un error de aplicación puede comprometer la estabilidad de la estructura y empeorar la situación.
Aislamiento térmico como prevención pasiva
Un buen aislamiento reduce los contrastes de temperatura en el interior del hogar, minimizando el riesgo de condensaciones. Materiales como lana mineral, poliestireno extruido o poliuretano proyectado, correctamente aplicados, ayudan a mantener una temperatura constante en paredes y techos. Además de prevenir humedades, mejoran la eficiencia energética de la vivienda, reduciendo el consumo de calefacción y aire acondicionado.
Revestimientos y pinturas impermeables
En zonas húmedas como sótanos, baños o cocinas, recomendamos el uso de pinturas con formulación antihumedad, capaces de repeler el agua y resistir la aparición de moho. También resultan útiles los revestimientos cerámicos continuos o los acabados de microcemento, que forman una capa estanca sin juntas por donde pueda filtrarse la humedad.